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  • Foto del escritorAnnette Meisl

Una familia de cigarros – Plasencia

Actualizado: 4 ago 2020

Upps: de repente está todo oscuro, en el hotel y por toda la ciudad, averiguo qué pasa desde mi balcón: ¡Un apagón!El generador se enciende con tremendo gruñido, huele a emisiones de escape. Los trabajadores y miembros de la familia del hotel – que parecen ser los mismos – buscan linternas y una chica joven ya me ha puesto sobre la mesa en la que estoy trabajando con mi ordenador un foco de esos que se utilizan en las obras. “No, esto no pasa a menudo“, me contestan. Para eso están muy bien preparados. Son las seis y media de la tarde, el sol desapareció de golpe; en esta zona del mundo es lo normal. Los mosquitos me atacan sin piedad, aunque haya venido bien equipada con mi espray ultramatador que había comprado en Miami, después de haber leído con temor los avisos sobre la plaga de mosquitos en mi guía turística. Estoy reflexionando sobre los momentos vividos durante el día: por la mañana me vino a buscar el conductor de la fábrica de cigarros Plasencia y me llevó al barrio Rosario, donde una fábrica de puros sigue a la siguiente. Me recibe Sergio Octavio Torres, el responsable para los contactos internacionales. El edificio es de estilo colonial español, pintado de blanco con adornos de color amarillo. En la entrada se encuentra un sofá negro de Chesterfield y una mesa hecha de viejas formas de cigarros. Las salas de producción se agrupan al rededor de un patio interior con plantas verdes, en cuyo centro una fontana chapalea. Doscientos cincuenta hombres y mujeres están sentados de par en par y tuercen cigarros, una imagen que me inspira. En Cuba solo dejan visitar las manufacturas formando parte de una manada de turistas guiada con tanta velocidad como si pensarán que uno le pudiese robar todo el saber hacer con sus puros ojos. La familia Plasencia sin embargo es abierta y afectuosa y responden a cualquier pregunta con mucha paciencia y sabiduría. Lo que mas me impresiona es el gran número de fotos de sus cooperadores – no los llaman trabajadores – que adornan los pasillos y que dicen frases como "Me respeto, ya que soy una persona capaz y valiosa“ o "Tengo poder para triunfar“.

La manufactura tiene su propio jardín de infancia, donde cuidan a los niños de 1 a 6 anos, su departamento médico y dan becas para estudiantes dotados para ir a la Universidad. Dando la vuelta por la manufactura Don Sergio saluda a cada uno de los cooperadores con su nombre.

¿Tiene Usted un secreto para poder recordar tantos nombres? - le pregunto al manager. Es que sé que son un total de 700 personas. El sonríe: "Cuando veo a alguien nuevo le pregunto como se llama, y ya. No hay cosa más bonita como ser llamado por su propio nombre, no es cierto?"

La luz volvió, después de media hora de oscuridad. Qué bien!


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